miércoles, 14 de junio de 2023

RUMORES

 Una mañana tibia del mes de marzo el padre Prudencio fue convocado por el obispo de la diócesis de su localidad.

—Siéntese, padre.

—Gracias, padre.

Se sentó.

—Le he hecho venir porque ando un poco preocupado.

—Pues haga como yo, ande con soltura, a pequeños trotes —le animó el joven cura.

El obispo se echó atrás en su asiento. Lo miró detenidamente. Suspiró.

—Quiero decir que últimamente me han llegado algunos rumores acerca de usted.

—¿Y llegaron bien?

—¿Quiénes?

—Los rumores. A mí cada vez que me envían algo me llega estropeado.

El obispo cambió de postura en su asiento. Se rascó la coronilla con la mano ensortijada. Resopló.

—Entiendo que es usted joven, quizá un poco ingenuo, quizá algo precipitado. Pero desde que le enviamos a hacerse cargo de su parroquia no han dejado de llegar rumores —insistió.

—A mí nunca vienen a verme rumores, aunque sí algunos rumanos. Claro que ellos son ortodoxos, pero qué más da eso.

—Padre, dígame una cosa: ¿qué entiende usted por rumores?

—Pues ahora que lo dice… un rumor es un sonido, un sonido que casi no se escucha.

—Exacto. Como si alguien te susurrase al oído.

—Padre, no me estará diciendo que lo que le pasa es que oye voces.

—Las oigo, sí, y lo que me dicen no me gusta un pelo.

—Eso es terrible. ¿Ha consultado con un especialista?

El obispo se removió en su asiento. Emitió un gruñido. Alzó la vista al techo. Al no encontrar allí nada inte-resante volvió a mirar al padre Prudencio.

—No —respondió tajante.

—¿No?

—Pues no. Yo quería hablarle de otra cosa.

—Hágalo. Hablar con alguien ayuda mucho.

—De acuerdo. Para empezar, ¿me puede explicar a santo de qué organizó un concurso de música rock en su parroquia?

—La música ensancha el espíritu, padre. Además, algo tenía que hacer para animar a la feligresía. Estamos perdiendo clientela por momentos.

—¿Es ésa la razón por la que deja que los niños jueguen al escondite en los confesionarios?

—Bueno, la verdad es que a veces yo también me meto dentro de los confesionarios. Al otro lado siempre hay alguien contándote cosas curiosas. Pruébelo usted también, es de lo más divertido.

—No dudo que para usted lo sea, pero en lugar de eso prefiero que me hable de cierta señorita que ha sido vista con usted en actitud, digamos, bastante amigable.

—¿Ella también oye voces?

—No lo sé.

—¿Quiere que se lo pregunte?

—No quiero que le pregunte nada.

—Podría hacerlo. A lo mejor también necesita ayuda.

El obispo hizo crujir su asiento con una fuerte sacudida. Bufó. Se restregó la tripa.

—Padre, quiero que me responda con franqueza: ¿sabe lo que es el voto de castidad y el celibato?

—¿Cómo quiere que sepa lo que votó Castidad? El voto es secreto, padre. En cuanto a Celibato… ninguno de mis feligreses se llama así. ¿Quién es? ¿Pariente de Castidad tal vez?

—¿Pero se puede saber dónde demonios se sacó usted el carnet de cura… quiero decir, dónde tomó usted los votos, a qué semina...

***

(Lee la continuación y más historias en el libro GROUCHO SE DIVIERTE Y OTROS RELATOS CÓMICOS.)

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