miércoles, 14 de junio de 2023

EL DOBLE PISTOLETAZO DE LARRA

El mayordomo asomó con cautela por la puerta entreabierta y allí estaba Larra, derrengado en un sofá, el rostro estragado por el insomnio, una mano colgando indolente del respaldo y la otra sosteniendo desmayadamente la copa vacía. La luz del sol se filtraba a duras penas a través de los gruesos cortinajes y la pieza se hallaba envuelta en una nube de cigarro que apestaba a vino y soledad mal digerida.

EL PINTOR DE LA CORTE

 —¿Has terminado por fin mi retrato?

El Rey entró brincando en un salón inundado de luz y se dirigió con notable celeridad hacia el rincón donde Goya se afanaba ante un caballete, la paleta en una mano y el pincel en la otra. Estaba embadurnado de pintura hasta las orejas y daba la impresión de que más que pintar un cuadro se pintaba a sí mismo.

RUMORES

 Una mañana tibia del mes de marzo el padre Prudencio fue convocado por el obispo de la diócesis de su localidad.

—Siéntese, padre.

—Gracias, padre.

Se sentó.

—Le he hecho venir porque ando un poco preocupado.

—Pues haga como yo, ande con soltura, a pequeños trotes —le animó el joven cura.

El obispo se echó atrás en su asiento. Lo miró detenidamente. Suspiró.