domingo, 19 de febrero de 2023

Los piratas

Los piratas



     Un navío pirata navega tranquilamente en alta mar cuando de pronto el vigía grita desde lo alto:
—¡Capitán, capitán! ¡Se aproxima un buque de guerra con bandera inglesa a babor!
     El capitán, que se encontraba en esos momentos en cubierta poniéndose ciego de ron, ordena:
—¡Arriad la velas! ¡Desplegad la enseña pirata! ¡Todos a sus puestos de combate! Y traedme mi camisa roja.
     Se entabla una batalla feroz y al cabo de veinte minutos ganan los piratas.
     Dos días después el vigía grita:
—¡Capitán, capitán! ¡Se aproxima un buque de guerra con bandera española a estribor!
     El capitán, que estaba echándose la siesta, se levanta y ordena:
—¡Arriad la velas! ¡Desplegad la enseña pirata! ¡Todos a sus puestos de combate! Y traedme mi camisa roja.
     Se entabla otra feroz batalla y a los treinta minutos ganan los piratas.
     Un día un marinero se acerca al capitán y le dice:
—Capitán, gracias a usted hemos ganado todas las batallas y nos hemos hecho ricos en la mar, y le estamos muy agradecidos por ello, pero hay una duda que me corroe. Cada vez que se acerca un buque enemigo usted ordena que se arríen las velas, se despliegue la enseña pirata y nos pongamos en disposición de entrar en combate. Todo eso está muy bien. Lo que no acabo de entender es lo de la camisa roja.
     El capitán le responde.
—Como sé que eres hombre de confianza, te lo diré, pero que quede entre nosotros. Por propia experiencia ya sabrás que la sangre es roja, y si durante la batalla soy herido, al ponerme una camisa roja la sangre no se nota. De esa manera la tripulación no se desmoraliza y continúa combatiendo hasta la victoria final.
—Qué gran idea, capitán. Veo que con usted estamos en buenas manos.
—Gracias.
     Tres días después el vigía, alarmado, grita desde lo alto del palo mayor:
—¡Capitán, capitán! ¡Se aproxima a babor un buque de guerra con bandera inglesa, a estribor otro con bandera española, a proa otro con bandera holandesa, y a popa otro con bandera desconocida!
     El capitán, que estaba leyendo un cómic tumbado en su hamaca, se incorpora, se rasca la cabeza y dice:
—Está bien. En este caso habrá que cambiar las órdenes. ¡Arriad las velas! ¡Desplegad la enseña pirata! ¡Todos a sus puestos de combate! Y… traedme mis pantalones marrones.







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