Un automovilista va
conduciendo por una carretera comarcal y de pronto el coche se le para. Baja,
abre el capó y se pregunta en voz alta:
—¿Será cosa de los
pistones?
Y una voz a sus
espaldas dice:
—No. Es el automático.
El hombre se da la
vuelta y no ve a nadie. Sigue inspeccionando el motor.
—¿Será cosa de la
batería?
—No. Es el automático
—vuelven a decir a sus espaldas.
El hombre se da la
vuelta y ve que un caballo le está mirando. Comprende entonces que es el
caballo el que habla y se asusta tanto que sale corriendo como alma que lleva el diablo. Al llegar a la
gasolinera se mete en el bar y grita:
—¡Rápido, hay que
avisar a la prensa, a la radio, a la televisión!
—¿Qué es lo que
ocurre? —pregunta un viejecito que estaba apoyado en el mostrador.
—¡Me encontraba parado en la carretera intentando averiguar por qué se ha averiado mi coche, y un animal que había detrás se puso a
hablar y dijo que el problema estaba en el automático!
—¿Qué era, un caballo?
—pregunta el viejecito.
—¡¡Sí!!
—¿Uno pardo con una
raya blanca en el hocico?
—¡¡¡Sí!!!
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