Un empleado se arma de
valor y entra cabizbajo y medroso al despacho de su jefe.
—Pues verá —empieza a
decir el empleado, dubitativo—, quería recordarle que llevo trabajando en su
empresa diez años. Siempre he acudido puntualmente todos los días, he hecho
todo lo que se me pedía y no he faltado nunca por ningún motivo. Y cuando ha
hecho falta, me he quedado más tiempo de lo establecido.
—Eso es verdad, pero
¿qué me quieres decir con eso?
—Que cuando entré
empecé ganando 600€.
—¿Y?
—Que sigo ganando
600€.
—¿Y cuál es el
problema?
—El problema es que en
estos diez años han pasado dos cosas: una, que me he casado; y otra, que he
tenido tres hijos.
—Sigo sin ver cuál es
el problema.
—Como usted comprenderá,
mis gastos han aumentado, el coste de la vida también, y teniendo en cuenta que
no creo que usted tenga ninguna queja sobre mí como empleado, pues… pienso modestamente
que merecería un aumento de sueldo.
—Vamos a ver, ¿tú
cuánto quieres ganar?
—Creo que 1200€ sería
una cantidad razonable.
El jefe se mesó la
barbilla, meditabundo.
—Hagamos una cosa: te
voy a pagar 5000€ mensuales, te pondré un despacho, coche de la empresa, dietas
y vacaciones pagadas al sitio que tú elijas. ¿Qué te parece?
—¿Bromea usted?
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