domingo, 19 de febrero de 2023

El confesionario

El confesionario

     Le pregunta el cura al monaguillo:
—¿Tú cuánto hace que no te confiesas?
—No lo sé, padre.
—Yo sí. Hace más de un mes. A confesarse ahora mismo.
     Se van los dos al confesionario. El cura se mete dentro (era lo habitual, por otra parte) y el monaguillo se arrodilla delante.
—Dime hijo, ¿qué te trae por aquí?
—Ha sido usted el que me ha traído hasta aquí.
—Quiero decir, qué pecados has cometido de un mes a esta parte.
—Ninguno, padre. Yo soy un ser puro como un querubín.
—Vamos, vamos… alguno habrás cometido, aunque sea pequeñito.
—Le aseguro que no, padre.
—Veamos, te voy a ayudar un poco: ¿quién se come las hostias que guardo en la sacristía?
—No le oigo nada, padre.
—Ya. Probemos con otra cosa: ¿quién se bebe a escondidas el vino que guardo para la consagración?
—Le digo que no se oye nada, padre.
—Claro, claro. Entonces, dime: ¿quién se cuelga de la cuerda de la campana como si fuera un columpio alertando a medio pueblo? La última vez me toco oficiar misa tres veces seguidas para no defraudar a la feligresía.
—Padre, de verdad, no se oye nada. Si quiere, compruébelo usted mismo. Póngase aquí y yo me meto dentro.
     El cura y el monaguillo se intercambian los puestos.
—A ver, padre, ¿qué pecados tiene que confesar?
—Yo no tengo pecados. ¿No ves que soy yo el encargado de administrar los pecados ajenos? Un cura tiene otras cosas, pero pecados no.
—Bueno, le daré una pequeña ayudita. Vamos a ver: ¿quién se acuesta con la mujer del boticario?
—Oye, pues tienes razón. No se oye nada. Pero lo que se dice nada. Tendré que mandar la rejilla a reparar.



No hay comentarios:

Publicar un comentario